jueves, 4 de septiembre de 2008

La segunda semana

Esta semana ha sido la que menos provechosa me ha resultado. No obstante, he hecho muchas cosas.

A raíz de haber conocido a mucha gente diferente de otras academias en el viaje a Los Ángeles, se abrió un nuevo horizonte de planes nocturnos.

Y es que esta semana es cuando me he comprado la cámara de fotos. Visité varias tiendas, por fin las encontré. La zona de tiendas me pillaba 1 poco lejos (15 minutos andando) y no me animé todavía a visitarla porque estaba haciendo el reconocimiento de la zona donde yo vivía y donde estaba mi academia.

El paseo por San Francisco ha sido en espiral completamente desde la zona cero. No me podía dejar ninguna calle sin visitar. Y, ¿qué ocurre cuando haces esto? Pues que te empiezas a aprender de memoria todo. Cada día iba agrandando la espiral e investigaba un nuevo tramo de ésta con mayor radio.

Y es que uno entonces se da cuenta de que el mapa que le dieron el primer día debe ser renovado porque tiene el aspecto que os enseño a continuación:


Este mapa lo conseguí en una residencia que no era la mía, porque mi residencia lo que tenían era una especie de revista con el mapa en algunas de sus páginas. Era mucho más cómodo éste que tomé prestado en una residencia que, por cierto, no me gustó nada.

La calle por la que está roto completamente el mapa en dos partes, es Polk Street. Es una calle mágica, allí la atmósfera es de lo más típico de San Francisco, puedes encontrar todo tipo de restaurantes, bares con música en directo, cervecerías, bares rockeros, vagabundos, tiendas, salones de manicura y pedicura (abundan por San Francisco), peluquerías, etc. Encima, me pillaba al lado de la residencia y de camino a la escuela, ¿qué más se puede pedir? Es el sitio preferido por todos los estudiantes para buscar un restaurante y comer a medio día.

Antes de irme a Los Ángeles, había conocido a través de una chica francesa de la residencia a un chico español que está allí estudiando Bellas Artes. Ha llegado ahora en agosto y estaba buscando piso. Finalmente, como no encontraba nada al principio, estaba alojado en mi residencia porque salía más barato que un hotel, pero seguía en su búsqueda de piso. No es nada sencillo encontrar algo en San Francisco si quieres estar bien situado. Para tener algo barato debes irte al oeste completamente o al sur, y entonces es altamente recomendable un coche, o los tiempos de trayecto se incrementan a una hora en transporte público.

Aquel día que conocí a este chico estaba mal. Me encontraba bastante insignificante en el mundo y además no era capaz de entender inglés. Y es que la primera semana fue dura para mi cerebro, me acostaba con dolor de cabeza todos los días. Tanto era mi inutilidad la primera semana en ciertas horas al día que cuando me tocaba clase por la tarde, entendía bastante mal las cosas y, a la salida, un día un chico alemán me contaba unas cosas y no era capaz de entenderle, así que un chico español ¡¡me tuvo que traducir lo que me decía!!

Por suerte este chico español del que hablaba también necesitaba hablar un ratejo español. La mente se relaja mucho cuando consigues hablar 1 hora al día español y entonces puedes retomar las conversaciones normales.

Pero en la segunda semana no era necesario nada de esto. La mente es curiosamente esponjosa y se acostumbra rápidamente a las nuevas situaciones.

Una cosa curiosa es que aquella tarde viví un cambio de tiempo en San Francisco increíble. La gente no podía creer que hiciera tan buen tiempo la primera semana, nos decían que los españoles habíamos llevado el sol de la playa allí. Esa tarde que conocí al chico español, iba paseando por la calle y, de repente, vi desde el oeste una especia de tormenta de arena aproximándose y comiéndose la ciudad. Sin darme tiempo a reaccionar, la tormenta de arena estaba allí mismo. Era tal que dejé de ver el final de la acera, la gente que había a más de 20 metros había desaparecido. Pero no era arena... ¡¡Era niebla!! La niebla de San Francisco había vuelto de nuevo.

En esta semana fue cuando quedé con el hermano de la compañera de trabajo de mi madre. Un tipo majo que me llevó en coche a ciertos sitios y con el que pude conversar sobre la vida en California vista desde los ojos de un español.

Una de las cosas que fuimos a ver fue el Golden Gate Bridge de noche. Pero aquella noche la niebla era descomunal. Así que no se podía ver demasiado. Quería enseñarme un sitio en un mirador de la montaña. Se accede yendo desde San Francisco hacia Sausalito (es decir, recorriendo el Golden Gate Bridge), dando media vuelta al final y, en lugar de volver a coger el puente, existe un desvío que te lleva a una carretera de montaña.

La imagen que cacé del Golden Gate desde el techo solar del coche, fue esta:


Es impresionante, impone muchísimo pasar por debajo de estos dos grandes pilares de acero. Y es que el Golden Gate Bridge sólo tiene 2 pilares de acero que sujetan toda la estructura, y por ello es por lo que siempre están pintándolo con pinturas protectoras contra la acción del agua marina.



Avanzamos un buen rato por la carretera y de repente vimos esta barrera. Las carreteras aquí las cortan con una endeble e inocente barrera, de tal forma que puedes abrirla y pasar. Aquí se supone que no lo vas a hacer, y como lo hagas y te pillen, la has armao parda. Fue emocionante ver cómo hay que dar la vuelta a un coche americano en una carretera tan pequeñaja. No cabía casi en el ancho de los dos carriles.

De la visita al mirador no pude sacar fotos, el objetivo de la cámara se mojaba por la niebla y sólo salían gotitas en la imagen. Pero yo me quedé con una visión magnífica, ya que podía distinguir a duras penas el puente y sus luces a través de la niebla, y el mirador era realmente estupendo.

Últimas fotos de mi residencia.

Tenía que estrenar mi cámara nueva. Como suele ser normal, lo primero que se hace es sacar una foto de la habitación de nuevo, de la casa donde estás, etc. Así que aquí os pongo los primeros resultados:


El ascensor de la residencia. Tenía una puerta exterior y una reja interior, las dos de apertura manual, pero de cierre automático-mecánico, es decir, que si no sujetabas la puerta se cerraba y te podía guillotinar un brazo. Era un ascensor de probablemente hace un siglo, pero funcionaba perfectamente y nunca me quedé atascado en él.


La puerta de mi habitación es la segunda a la derecha. Es un pasillo perpendicular al pasillo principal.


El pasillo opuesto al pasillo de mi habitación contaba con la salida de emergencia. Aquí ponen luces de color rojo para que se encuentre de forma sencilla dicha salida. Esto es porque las casas son de madera y, ante un incendio, es importante escapar rápido porque la casa prende como si se tratara de gasolina pura. Es típico ver en las fachadas la escalera de emergencia metálica.

El motivo de que las casas sean de madera es que el hormigón está prohibido en San Francisco, debido a los terremotos. En lugar de utilizar estructuras flexibles y preparadas para ello como hacen en Japón, aquí utilizan casas de madera que son perfectamente resistentes a los terremotos. Sólo algunos edificios muy altos, en el Finantial District, pueden estar construidos de hormigón. Aunque no tengo muchas nociones de arquitectura, me contaron que están construidos sobre una placa móvil y la estructura central es bastante flexible.


Muchas de las habitaciones de la residencia no tenían nada más que un lavabo. El baño era compartido para la planta entera con las otras habitaciones sin baño en el interior. Había dos habitaciones: una con un retrete y otra con una ducha y un mueblecito para dejar la ropa. Está bien la idea de separar en dos dichos cuartos. Además, en lo que sí que tienen mucho cuidado es en tener todo lujo de detallitos para que pongas los jabones, las toallas, la ropa limpia separada de la sucia, etc. Y todo muy limpio, eso sí, oliendo además el baño constantemente a desinfectante. Por suerte yo tenía baño, aunque compartido con la habitación de al lado, pero no coincidíamos en horario ni nada.


Saliendo del pasillo donde se encontraba mi habitación con otras 4 más, se veía el pasillo principal y algunos pasillos perpendiculares donde se disponen las habitaciones. A mitad del pasillo aproximadamente se encontraba la escalera.




Escalera completamente forrada de moqueta y barandilla de madera gruesa. Mi habitación estaba en la planta numerada con un 3. Creo que lo expliqué y es que es una de las cosas que cambian del inglés americano al inglés británico. La planta baja, para los americanos, es la primera planta, aunque en ella no haya habitaciones. En este caso, sí que había habitaciones en la planta baja, cerca del comedor, una distribución un tanto peculiar.


Por fin la portada de la residencia. En algún momento lo habré mencionado seguramente, la residencia se llama Monroe. Está situada en Sacramento Street, entre las calles Franklin y Van Ness. La avenida Van Ness es una calle muy grande y corresponde a lo que fuera de San Francisco es la carretera 101, que cruza California de norte a sur. Es como las carreteras que cruzan los pueblos aquí en España, sólo que con una ciudad de tamaño medio.


Si buscáis por internet comentarios de la residencia veréis que la gente en general está bastante contenta con ella, y recalcan la cuesta que hay que subir desde Van Ness para llegar a ella. Y es que Sacramento Street es una calle con muchas subidas y bajadas. Si hay que ir al centro de San Francisco, se tarda 15 minutos si vas por una calle situada 2 ó 3 calles más al sur en paralelo; o tardarás casi media hora yendo por Sacramento Street (además de lo frustrante que resulta subir, bajar, subir, bajar). Así que, sólo hay que saber evitar las cuestas en San Francisco y todo será mucho más sencillo.

Esta foto que he sacado es de la señal que hay en el cruce de Sacramento Street con Van Ness Avenue. Realmente la he sacado el último día de mi estancia en San Francisco, con gran pena en el corazón.

Los carteles de las calles aparecen indicando la calle perpendicular que te vas a encontrar. Esto hace que todo sea mucho más sencillo porque además están colocados muy cerca de la calzada, se ven perfectamente. No es como en España, que tenemos los carteles en los edificios y es muy complicado en numerosas ocasiones. Otro punto a favor para los americanitos. Y otro punto para que parezca que estás en el Far West de nuevo, por aquello de tener los nombres de las calles en postes.

Para acabar, comentar (y no sé si lo he hecho ya) que he tenido en las tres semanas oportunidad de visitar varias residencias y, sinceramente, me doy con un canto en los dientes y digo que he tenido una suerte tremenda, ya que me ha parecido la mejor, y eso que no era para nada ningún lujo. Lo que también he apreciado muchísimo era el trato del personal, todos muy simpáticos y agradables, dispuestos a ayudar o a comentar lo que hiciera falta, mientras que en otras muchas residencias tienen a un inmigrante asiático trabajando sin que le importe para nada el negocio y la amabilidad brilla por su ausencia. No tengo nada en contra de los asiáticos, por supuesto, pero me refiero a que el negocio no era suyo ni lo sentían como suyo.

La sensación que me ha dado ha sido un poco la que he sentido en Galicia. Allí si no te comes el plato entero te preguntan si no te ha gustado. Aquí pasa algo parecido y siempre te están preguntando si todo está a tu gusto, tanto con la comida como con el alojamiento en general.

Starlight.

Es el nombre de un club situado en la planta 21 de un hotel. El hotel se llama Sr. Francis Drake y para acceder a la discoteca tienes que hacer cola para el ascensor. Unos señores muy amables pero muy serios te van dejando pasar en grupos de 8. Cuando llegas arriba, pagas la entrada (10 dólares) y puedes disfrutar de un club muy glamuroso, con unas vistas increíbles de San Francisco de noche.

Estuvo muy bien, la música variada (no todo el rato hip-hop, ni mucho menos), las consumiciones relativamente baratas, y la gente muy amable y dispuesta a relacionarse con todo el mundo.

La asistencia a este magnífico lugar fue el día previo a comprarme la cámara, así que sólo obtuve una foto de la ciudad con el móvil, realmente mala, no merece la pena ocupar espacio aquí para ponerla.

Pero si alguna vez vais a San Francisco, visitad este club, que abre sus puertas los miércoles y es recomendable estar allí antes de las 10 para no tener que hacer mucha cola a la entrada.


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